Injurias
12 – 01 - 25
Ahora no tanto, pero cuando más joven César Aira frecuentaba
esas cofradías de intratables que arrojaban al viento ofensas sin reparar en consecuencias.
Los colegas de Aira eran escritores, por lo que no se esperaba un duelo entre
caballeros, un match boxístico decente o acontecimiento semejante a recurrirse
para salvar nombre y honor. Al contrario, con esta grey la afrenta – si acaso –
no excedería un par de respuestas en especie, otro de bifes mal tirados y tal
vez una patadita chambona; esto hubiera bastado, años ha y no con frecuencia, para
transfigurarse, por razones hoy políticamente incorrectas, en comidilla de
medios del espectáculo.
Las ofensas de César Aira – también su genio – llaman la
atención, en especial en la primera parte de las tres en que se divide La
ola que lee (2021), una recopilación de artículos sueltos del autor entre
1981 y 2010.
Uno de sus blancos – en su juventud, después se calmó –
es Jorge Asís. En una entrada con el insulso título, “Novela argentina: nada
más que una idea”, se despacha contra el Turco propulsado por una bravura categoría
púber: insinúa que Asís se vale en Flores robadas de los jardines de Quilmes
(1980) de un “estilo costumbrista tipológico” proveniente de “las revistas Patoruzú y Rico
Tipo y que persiste en la tira El
Loco Chávez” (29). El grado de
desacreditación del agravio es notable. A nosotros, sin embargo, nos parece
bien el Loco Chávez y también Rico Tipo y Patoruzú. El
arte de la injuria en este caso es más ampuloso que el modo en que lo practicaba
Borges. Aira también se larga contra Ricardo Piglia y Respiración artificial
(1980); ya hablaremos de esto Dios mediante, en algún futuro post.
Similar a cuando Oscar
Natalio “Ringo Bonavena tildaba de “secos” a enemigos y
críticos, Asís tenía una sola línea para quienes despotricaban contra su pobreza
estilística y su formación deficiente. Retrucaba, “voy a cobrar derechos de
autor”, respuesta que debió desconcertar a Aira porque, entre otras cosas, no se
refería al sentido profesional y moral de su embestida. Habitaron siempre
distintos planetas y Aira, como sus compañas, no podía en aquel entonces vivir
de su escritura. El Turco sí.
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