Musas

 

11 – 10 – 24

Seguimos alunados. Pasan las semanas y los impulsos de escritura no se manifiestan. Hay tres proyectos por lo menos. Uno considerable, otro medio y el restante cortito. Los tres requieren tiempo y espacio. Estoy solo en una casa pequeña que comparto con muchos que por suerte se fueron y la dejaron, generosos, entera para mí. Pero cuando no me da un hambre feroz que me conmina a cocinar y perder preciosos minutos de creación, tengo que salir a comprar lo que se me olvidó ayer, o pagar una cuenta mensual justo el día que tengo asignado para pagar esa cuenta que no es el mismo en que pago otras cuentas específicas. Cada una tiene su día. Me pregunto por qué habré asumido la responsabilidad de pagar las cuentas de la casa. Necesito pedazos largos de tiempo para leer y escribir. Nadie lo nota: el celular, desde luego; si me desconecto quedo indefenso. Una gata bebé cree que soy su madre y el perro de los vecinos que me encargaron que cuidara, me llama cuando percibe su soledad de sótano norteamericano. Están esos tres proyectos que se cansan de esperarme. El mundo que acontece a mil por hora reclama intervención, pero también revolotea efímero e inaprensible como el vuelo de la mariposa. Resignado, aguardo que comparezcan las musas mientras me subo a la cinta que tengo en la lavandería y camino horas escuchando podcasts literarios de gente que parece como uno que a decir verdad lee y escribe mucho, además de hablar pavadas. De viejo, mantenerse sano es prioridad. Así mato el tedio y maldigo la suerte de ser casi pobre, obligado a satisfacer esas cotidianidades que precisan auxilio, acorralan el genio y privan al público de un talento apolíneo sin Parnaso.

ALS (albertoluissacco@guardaconellibro.com)

https://www.guardaconellibro.ca/


Comentarios

Entradas populares de este blog

Attila Netanyahu

“No importa lo que se dice, casi. Importa el cómo” (III)

Temas amargos en día alunado

Sabidurías sensibles (II)

J.G. Maestro no quiere tanto a Julio