El oficio del novelista y las estandarizaciones
Cuando hablamos de estandarización de una propuesta literaria como hicimos en un posteo anterior – acerca de Cercas, Anatomía de un instante, etc. – nos referimos a premisas de la enunciación presentadas a manera de paradojas simples, tales como las de las preguntas siguientes:
“¿Quién hubiera podido
prever que el cambio de la dictadura a la democracia en España no lo urdirían
los partidos democráticos, sino los falangistas y los comunistas, enemigos
irreconciliables de la democracia y enemigos irreconciliables entre sí durante
tres años de guerra y cuarenta de posguerra? ¿Quién hubiera pronosticado que el
secretario general del partido comunista en el exilio se erigiría en el aliado
político más fiel del último secretario general del Movimiento, el partido
único fascista? ¿Quién hubiera podido imaginar que Santiago Carrillo acabaría
convertido en un valedor sin condiciones de Adolfo Suárez y en uno de sus
últimos amigos y confidentes? ...” (pág. 184)
La narración “estandariza” o “mundializa” en la ficción la noción
de que la democracia equivale a como se la entiende en el mundo occidental
opulento sin interferencia de otras corrientes del pensamiento. En el mundo
virtual destaca la ilusión consensuada de la ventaja del sistema democrático (sin
calificativos) y la toxicidad potencial – y simétrica a la fuerza – de
propuestas alternativas sin mayores explicaciones que no sean abandonos de convicciones
arraigadas y sostenidas por esas propuestas a lo largo de larguísimos años.
Termina coronado sin aspavientos un centro posmoderno, hegemónico que progresa en
el imaginario civilizatorio globalizado de las culturas actuales y repercute –
no puede ser de otro modo – en creaciones de autores que venden sus obras a
rolete a lo ancho de acreditadas metrópolis (del lado de acá). Las paradójicas
preguntas de Cercas en la monumental Anatomía de un instante no dejan de
ser simpáticas, originales, inteligentes, sencillas y no por eso menos esmeradas.
Exitosa ficción, como las últimas novelas – va de suyo, best sellers – del
Nobel Mario Vargas Llosa o las del eficaz Fernando Aramburu. Nada de malo con
esto; ya lo reconocimos. Entretienen a rabiar y ayudan a matar el tiempo.
ALS
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