Belleza de gentíos y partido
01 - 12 - 21
Crowds and Party
Jodi Dean
Londres & Nueva York, Verso, 276 págs.
2016
Hay edición en castellano:
Multitudes y partido
Traducción: Xabier Aristegieta Okiñena
España, Katakrak, 320 págs.
2017
Leí el libro en inglés, razón por la que coloqué las fichas bibliográficas en el idioma original y en la versión castellana. Aquí el enlace a la edición en nuestro idioma, de acceso gratuito.
Los temas principales de este trabajo son peliagudos porque arrastran cuotas de irresolución, además de generar en los remolones una especie de fastidio – en épocas incómodas como las de ahora – por lo embarazoso de los significantes que se exploran. Hablo de “multitudes” (masas, gentíos) y “partido”. “Multitudes” y “partido” producen malabares en izquierdistas que han tratado de acomodar baluartes conceptuales del socialismo a la realidad de derecha neoliberal que influye en la mayor parte del planeta. No sorprenderse ni ofuscarse; estas confusiones causadas por la seguidilla de caídas desde la del muro de Berlín hasta el presente nos han hostigado a todos.
Título
Una primera escaramuza del traductor al castellano de este volumen debe haber sucedido con el término “crowds”. “Gentíos” hubiese puesto yo. Pero mi elección conlleva una carga negativa, quizá superior a “multitud” que tiene su debido cognado en inglés. Jodi Dean optó por “crowds” tal vez para diferenciarse del Multitude (Multitud, 2004) de Michael Hardt y Antonio Negri, volumen que siguió a Empire (Imperio, 2000) una verdadera tormenta de verano cuyas trazas es probable que se constituyan en legados para futuras generaciones. No soy consciente que estas trazas valiosas de Hardt y Negri hoy se frecuenten con gran asiduidad, salvo en esporádicos devaneos áulicos. El comandante Hugo Chávez, Nicolás Maduro, el teórico Atilio Boron y varios más han usado “imperio” pero ignoro si lo derivan del libro Hardt y Negri que mencioné. Dean descartó “masas” – que asimismo tiene su cognado inglés – creo que porque “crowds” da más impresión de informalidad, afecto y cercanía que “masas”, que a veces son espontáneas e impredecibles pero siempre formidables, prodigiosas y populares.
Había remarcado al principio que la parte sustancial del material abordado aquí puede resultar incómodo no solo por la literalidad de las palabras – multitud (gentíos, masas) y partido – sino porque marchan en sentido contrario al consenso de censura estipulado para ellas desde la implosión del bloque socialista y el retroceso que desde entonces atraviesa la izquierda mundial. Material, temas y palabras que uno mismo, identificado con la izquierda, descarta como síntomas de épocas alejadas y ahítas de errores, a veces accidentales pero no por eso menos graves y de los que se reniega sin poder arreglarlos ni justificarlos.
Masas
Muchos de nosotros sentimos una atracción culpable por el término “masas”. Tiene mala prensa hoy, aún en teóricos clásicos y respetados que lo conjeturan en sus negatividades malversando así la esencia bella de lo que alberga. Algunos dirigentes proclamados de izquierda han cedido el concepto de “masa” al machacón mito del individuo. Pretenden suplantar su carácter colectivo por una serie de individualidades separadas. Quitan de esa forma sus cualidades más exquisitas que, si son individuales, ineluctablemente convergen en el conjunto. Las masas están integradas por sujetos colectivos que tienen vínculos grupales que son – ¡arriba Freud, por los palos! – vínculos libidinales y que abarcan, a más de la sexualidad, el amor fraternal, el amor a los hijos, la amistad, la empatía, la solidaridad y la humanidad. “El individuo dona sus distintividad al grupo porque desea estar en armonía con sus miembros”.
Dean argumenta que lo colectivo, las masas en acción, en vez de los lastres del anonimato, traen consigo un sentido de invencibilidad, de coraje sin límites y la capacidad solidaria del individuo de dispensar el interés propio en favor de los integrantes de un todo (pág. 102). La autora sostiene que las élites temen a las masas movilizadas porque, si bien son impredecibles y transitorias, tienen la paradójica potencia de transformarse en sujeto revolucionario y constituirse en amenaza seria para el sistema y sus hegemonías reaccionarias.
Partido
Pero si indagar en las virtudes de la masa parece pasado de moda, descubrirlas en el concepto de “partido” (de izquierda, comunista) daría la impresión de una provocación juvenil o una divagación elitaria divorciada de los tiempos que corren, a menos de que se trate de la defensa acrítica de un perseverante ex afiliado. Los defectos del partido (del partido comunista) han sido divulgados con la saña típica del neoliberalismo triunfante. Consideramos los defectos – quizá con juicio a vuelo de pájaro – demasiado voluminosos para que se los contraponga con sus bondades y primores que la mayoría de nosotros ha olvidado. La autora demuestra un temple loable en la defensa y elogio del partido en medio de una época no muy promisoria para la cultura de izquierdas.
Uno de los cargos más irrefutables contra el partido es / fue / ha sido su contumaz autoritarismo. Dean no se gasta en contradecir esta acusación. El autoritarismo que se le atribuye a los partidos comunistas en todo caso los comparte con la totalidad de los partidos políticos, incluso los que no son de izquierda. Mal de muchos consuelo de tontos diría con cierta razón mi madre, aunque en subestimación de lo bello colectivo. Si bien es veraz afirmar que el autoritarismo forma parte indisociable de todos los partidos (unos más, otros menos), de cualquier modo este problema permanecerá irresuelto. Es más, la autora sostiene que como el autoritarismo es irresoluble, mejor acompañarlo con las positividades de los partidos (de todos los partidos pero más aun los que se dicen de izquierda, comunistas). Por ejemplo, cuando los críticos denuncian la disciplina partidaria de los comunistas como conducentes a prácticas autoritarias, Dean replica que la disciplina involucra la construcción de solidaridad, el refuerzo del sentido de lo colectivo y el sostenimiento del coraje frente a los esfuerzos del capitalismo de aislarnos en el miedo y el egoísmo. Además el partido es un vínculo social que interrumpe el orden simbólico e imaginario de la burguesía y se propone insertar ideales igualitarios y perspectivas de intereses colectivos (págs. 201 y 202).
Populismo e izquierdas
Las “apuestas” de la autora tienen puntos en común con el populismo de Ernesto Laclau y con las hipercríticas corrientes de izquierda surgidas luego del desbarranco socialista. Respecto al populismo, convendría leer Multitudes y partido a la par de Por un populismo de izquierda de Chantal Mouffe (2018) quien elabora y subraya las desavenencias de las hipótesis de Laclau y suyas respecto de las izquierdas tradicionales y otras inclasificables como las de Dean. Así como los teóricos del populismo hacen particular uso del psicoanálisis lacaniano, también la autora de Multitudes y partido recurre a esta herramienta teórica (Si la masa va a continuar existiendo el objetivo se mantendrá inalcanzable. En términos lacanianos: deseo es el deseo de desear). Su principal cuestionamiento – con el que simpatizo – al populismo, se basa en que no comparte con el marxismo la superación (¿por qué no destrucción?) del sistema capitalista. El asunto es si la opción populista puede mejorarse con postulaciones revolucionarias alternativas, como las que Dean distingue en su trabajo.
En cuanto a los izquierdistas (¿izquierdistas caviar?) que abandonaron sus militancias o sus lealtades y en números importantes eligieron opciones tiradas hacia el centro o a la derecha del espectro ideológico, o hasta se enrolaron en el neoliberalismo (y se siguen autocalificando como izquierdistas), Dean pone sobre el tapete otro concepto proveniente del psicoanálisis. Manifiesta que estos izquierdistas posmodernos tienen el superyó fuera de control (sepa el lector disculpar mi bisoñez – ay este superyó mío – en avatares psicoanalíticos).
Capitalismo comunicativo
Jodi Dean coloca este nombre poco atractivo – capitalismo comunicativo – a nuestro presente loco. Como me sucedió con Saúl Feldman y su “cinicracia” debe haber alguna razón escondida que ya buscaré por la que estas novedosas nominaciones me resultan inoportunas. Si hay algo que observar en el libro es – pasados cuatro años de su publicación – la caracterización optimista de movimientos como “Occupy”, “Indignados”, la primavera árabe y otros que pronto se desvanecieron en el aire e inopinadamente empezaron a aparecer gentíos de opuesto orden (feos) como los que apoyaron a Donald Trump, Bolsonaro y demás energúmenos brotados por todas partes. No hay mención del expresidente norteamericano en el trabajo. No importa.
Crowds and Party es un libro destacable y hasta divertido. En los últimos apartados la autora revisa testimonios y memorias de vicisitudes cotidianas de miembros de base de los partidos comunistas estadounidense y británico de los años treinta del siglo pasado, creo que para presentarlos como modelos de organización a los revolucionarios contemporáneos. Quiere alentar la formación de un nuevo partido (un partido comunista) capaz de mediar con lo transitorio, lo efímero de los bellos estallidos masivos o multitudinarios, contribuir a organizarlos pese a los peligros que entrañan los incómodos y peliagudos tiempos modernos. Tiempos en que una izquierda aturdida se embarcó en un proceso de introspección de sí y del mundo en términos de especificidades individuales y eficiencia de mercados. Con la readaptación de la famosa frase del teórico marxista Frederic Jameson, Dean contesta que en esa realidad ilusoria, parece más fácil imaginar el fin del capitalismo que imaginarse una izquierda organizada.
H.D.
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